Ser peatón en Barcelona:
es un oficio peligroso, mejor dedícate a otra cosa.
Después de 40 años debería ser profesional, diplomada, pero ¡qué va!, tan sólo soy mera aficionada, intentando en vano salir victoriosa.
Según avanzas por la acera, vas sorteando los obstáculos, motos, bicis, monopatines, furgonetas de reparto, reparto de la compra, carritos cargados de metales...
Sudorosa y extenuada consigo llegar a la meta.
El aburrimiento nos consumiría si de pronto, ese ir y venir de gente y perritos, se detuviese o desapareciese.
Seguiremos disfrutando del espectáculo mientras el cuerpo aguante, y la razón nos lo permita.
Que conste que lo intento, compro el país en papel, denso, repleto de contenido, necesito más de una semana para asimilarlo, tan dificultoso como provechoso.
Abro el país en internet, justo la medida exacta de información que consigo absorver.
Compro el periódico, los domingos sólo por leer el artículo de David T. vale la pena.
La Vanguardia llega a mis manos cuando se me han adelantado los mañaneros, me resigno y la hojeo.
Hoy, sin ir más lejos. La carta de un lector explicaba por qué razones ha dejado de ser cliente de la caixa. Bueno, bueno, si hemos llegado al punto en que ni los vanguardistas quedan ilesos...
De la otra prensa se encarga mi quiosquero, me permite echarle un vistazo gratis.
Prometo seguir hablando de los hombres guapos y simpáticos pronto.
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